Holanda, ¿Europeísmo o Nexit?

A pocas horas de las elecciones generales en Holanda, las encuestas anticipan un resultado muy igualado, pese a los fracasos de muchos pronósticos en los últimos tiempos.

Las encuestas anticipan un “empate técnico” entre las listas del Primer Ministro, Markt Rutte del Partido Popular por la Libertad y la Democracia (VVD) que obtendría entre 23 y 28 escaños, y el candidato Geert Wildes, del Partido por la Libertad quien, según los más optimistas, podría obtener un triunfo histórico (con más de 32 escaños), aunque con graves dificultades para formar gobierno, dado el sistema electoral holandés; situación que, lejos de facilitar la gobernabilidad, conducirá a duras negociaciones para formar un nuevo gobierno.

El ascenso político de Geert Wilders obedecería a su discurso contrario a la inmigración musulmana, a sus posturas contra el Islam, manifestándose partidario de “cerrar todas las mezquitas”, “prohibir el Corán”, “prohibir el uso del velo islámico en las escuelas”, y a sus posturas internacionales respecto a Turquía y a su gobierno, bajo el lema “Holanda para los Holandeses”. Y aunque sus críticos y opositores tilden al candidato de xenófobo, los sondeos indicarían la intención de muchos electores de apoyar a Wilders, lo que respondería a la lógica preocupación de los ciudadanos holandeses ante los peligros de la inmigración musulmana, ante las estratagemas de Erdogan por influir en el proceso electoral holandés y ante el dispendio de sus ahorros para subvencionar a inmigrantes ilegales, o para entregar su cultura, su futuro y su bienestar a aquellos que se declaran enemigos de los infieles.

Geert Wilders se ha definido como antimigración, antiislam y euroescéptico, y podríamos preguntarnos si esa definición dista mucho del pensamiento de millones de europeos que, en los últimos años, ven cómo la inmigración musulmana ilegal o legal se ha incrementado, cómo la prédica yihadista disfrazada de “religión” capta reclutas para el ISIS y otras fuerzas extremistas, o cómo los compromisos financieros con Bruselas han provocado una brutal transferencia de recursos financieros de los países más desarrollados hacia países que nunca deberían haber formado parte de la Unión.

¿Por qué son importantes estas elecciones? Porque, sin dudas, influirán en próximos procesos electorales nacionales, como el que se avecina en Francia (en abril próximo) o en Alemania (septiembre); procesos en los que el Frente Nacional podría consagrar como Presidenta a Marine Le Pen y que, en Alemania, podría comprometer la continuidad de la coalición con la que gobierna Angela Merkel, y donde, posiblemente, crecerá el voto ciudadano hacia una formación como Alternativa para Alemania; unido ello a medidas unilaterales adoptadas por algunos estados, como Hungría, al militarizar su frontera para frenar la avalancha humana de musulmanes en sus fronteras.

Seguramente aquellos europeos que aún sienten incredulidad ante el peligro de ciertos fenómenos, o que adoptan posturas ideológicas políticamente correctas, no entenderán cómo es posible que, en una sociedad como la holandesa, con una tasa de paro que roza el 5,3% y con una renta pér cápita media de 38.700 euros crezca un partido como el de Wilders; pero, esos incrédulos o políticamente correctos, jamás comprenderán que muchos ciudadanos europeos están hartos del multiculturalismo, del extremismo islamista, de la inmigración ilegal y de pagar impuestos para mantener castas privilegiadas, sean del establishment de Bruselas, de los partidos políticos o de ONGs que impulsan la ideología de género y que odian todo lo que representa la cultura europea y occidental.

Amsterdam 301112 (186)

¿Qué pasará pues en Holanda?

Aunque no podemos afirmar algo que aún no ha acontecido, lo cierto es que todo indica que el electorado, mayoritariamente, se inclinará por los candidatos Rutte y Wilders, y por otras formaciones, como los democristianos (proyección de 22 escaños), los socialdemócratas del Partido Laboralista (proyección de 9 escaños), los ecoizquierdistas que llegarían hasta los 20 escaños y el grupo liberal D66 que obtendría 17 escaños. Sin embargo, los ciudadanos podrán elegir entre 28 propuestas electorales y el partido de Wilders podría ser la más votada.

Pero, ¿Quién gobernará finalmente?

Tampoco lo sabemos. Pero hay que tener en cuenta que el Parlamento holandés está formado por 150 escaños y, en consecuencia, se necesita una mayoría de 76 diputados para formar gobierno.

Según las encuestas, hasta 14 formaciones podrían obtener representación, de allí que los pactos de gobierno sean imprescindibles para formar gobierno.

En definitiva, ¿qué pasará tras el recuento de los sufragios?

Los especialistas prevén distintos escenarios posibles.

El primero, pasaría por una victoria del candidato del VVD (Rutte), en cuyo caso se prevé que logre acuerdo con partidos de centro y de centro derecha, tranquilizando tanto a los mercados como a Bruselas.

El segundo escenario indicaría una victoria del candidato del VVD pero con menor respaldo de sufragios, lo que generaría un panorama de inestabilidad en un futuro gobierno.

El tercer escenario contemplaría un triunfo del Partido por la Libertad (Geert Wilders) pero con escasas probabilidades de formar gobierno, siempre y cuando las encuestas no se equivoquen; lo cual, tras las elecciones del referéndum de Italia y las de Donald Trump, dista mucho de no poder suceder.

Un cuarto escenario implicaría la victoria de Wilders con escaños suficientes para que, unido a otros partidos, como el 50PLUS que defiende los derechos de los pensionistas holandeses (se prevé que obtenga entre 4 y 6 escaños), forme gobierno.

En este contexto, sólo una diferencia significativa de votos en su favor, favorecería el triunfo del partido de Wilders y la posibilidad de formar gobierno. De producirse esta circunstancia, ello seguramente repercutirá en los comicios franceses de abril, de los que podría resultar Presidenta de Francia, Marine Le Pen, que comparte postulados con el Partido por la Libertad y que, como Wilders, es euroescéptica.

¿Se equivocarán los encuestadores?

No lo sabemos. Pero, lo cierto es que, cuando un ciudadano, en la intimidad de su conciencia, valora su presente, sus valores, su futuro y las circunstancias de su familia y de su país, no siempre emite su voto como afirman los encuestadores. En este sentido no olvidemos que el triunfo del Brexit, el triunfo del NO en el referéndum italiano o la victoria de Donald Trump no habían sido anticipados por los encuestadores y que ello, quizás, esté marcando el cambio de tendencia electoral de los europeos, cansados de ser políticamente correctos y que han comenzado a pensar con su razón, para preservar sus libertades, su economía, sus empleos y sus valores.

Llegados a este punto, deberíamos reflexionar…

Si cualquier padre de familia cierra con llave la puerta de su domicilio para impedir que cualquier desconocido entre a su hogar y amenace a su familia, haga peligrar sus bienes y violente su intimidad, ¿Puede impedirse a un Estado adoptar medidas que protejan sus fronteras, defiendan los derechos de sus ciudadanos  y alejen de su territorio proyectos sociales totalitarios disfrazados de religión?

¿Puede censurarse a un Estado que quiera proteger la libertad, la cultura, el patrimonio, las fuerzas armadas o el estado de bienestar que, gracias al esfuerzo de sus abuelos y padres, generaciones de sus ciudadanos supieron edificar?

¿Es posible que los holandeses no quieran autodestruirse como lo pretenden determinados lobbys, ciertas castas políticas y determinadas pseudo religiones?

¿Votarán los holandeses, los franceses y los alemanes pensando en sus familias, en su cultura y en defensa propia?

Quizás haya llegado la hora de que pensemos en nosotros mismos, en nuestras sociedades occidentales y en el futuro de Europa; futuro que dependerá, en buena medida, de que nos alejemos del multiculturalismo, de la ideología de género y de lo políticamente correcto.

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