Keynes, Zapatero, las mentiras del gasto público y el incremento de la presión tributaria.

España vive uno de los momentos más dramáticos de su historia económica reciente, y casi que me atrevería a afirmar de los últimos siglos.
Desde que un 17 de octubre de 1932, John Maynard Keynes publicase en el Times una extensa carta en favor del gasto, fuera público o privado, como motor del consumo y de la inversión, mucha tinta ha corrido y demasiados libros se han publicado desde la ciencia económica.
Las autoridades del desgobierno zapateril han anunciado que prevén una subida de los impuestos pero los técnicos de Hacienda le replicaron al Ministro de Fomento (del paro, quizás?) que existe una diferencia sustancial entre lo que es la presión fiscal y el esfuerzo fiscal.
Pareciera, a los ojos de Zapatero, Blanco y los funcionarios políticos de este gobierno cuyos emolumentos están exentos de tributos en más de un 70%, que los ciudadanos de este país, que no parece que les importe nada, tienen sueldos altos. Si bien es verdad que los salarios medios españoles soportan una carga impositiva cercana al 38% y que los alemanes del 52%, un salario medio de España no supera los 23.000 euros anuales contra los casi 44.000 euros promedio de que disfrutan los alemanes.
Según los keynesianos la falta de confianza de los ciudadanos en el mercado, y en la evolución económica, impedía la vuelta a la senda del crecimiento y de la prosperidad. Siguiendo ese argumento, es verdad que, en los últimos dos años, se ha incrementado el ahorro medio de las familias españolas, familias que no confían en el régimen nazional socialista español, apoyado por sus aliados separatistas, para volcar ese ahorro a la inversión. Por tanto, dentro de esa lógica, si los particulares no querían invertir por falta de confianza en el sistema, debería hacerlo el Estado vía del gasto público.
Un gobierno responsable no debería generar deuda futura para paliar contingencias producto de sus propias ineficiencias, ni intentar presionar las alicaídas economías domésticas para sufragar el gasto público innecesario. Antes que aumentar impuestos el gobierno de Zapatero debería adoptar las medidas necesarias para reducir drásticamente el gasto superfluo – ejemplo, traducción a cuatro lenguas cooficiales en el Senado de la Nación – y perseguir la evasión fiscal.
Cuando un ciudadano compra alimentos en un supermercado o en una tienda de barrio no puede evadir el IVA, ni quien paga su hipoteca mes a mes no puede evadir los impuestos correspondientes o las tasas exorbitantes de la basura, o quien, durante años se endeuda porque necesita un coche para trabajar, tampoco puede evadir el pago del impuesto de circulación, o de la ITV, ni el impuesto a los combustibles. Esos no son los evasores que este gobierno no persigue. Pero si son los ciudadanos a los que este gobierno piensa castigar con un mayor esfuerzo fiscal.
El deterioro y crisis de la economía española no ha sido causado por un déficit del gasto público, como dirían los keynesianos, sino porque el gasto público ha sido muy superior a la recaudación de tributos y este despilfarro ha sido ejercido tanto por la administración zapatero, como por los responsables de cada una de las 17 taifas en que parece haberse convertido este país.
España no será viable económicamente hasta no reducir el fraude fiscal o legalizar la economía sumergida y hasta que no se ataque, con todas las fuerzas legales y fiscales necesarias, la evasión fiscal. No es más gasto público lo que necesita España ni sus comunidades autónomas. Lo que España SI NECESITA es la supresión de ministerios y organismos estatales que no cumplen funciones reales de servicio a la comunidad, las ayudas y subvenciones a sindicatos que debieran autofinanciarse con el aporte de sus sindicados, las subvenciones y préstamos a la industria cinematográfica española cuyas películas fracasan, en la gran mayoría de los casos, porque el público no las ve, o las “embajadas de alguna comunidad autónoma como la catalana” – verdadero nido de colocación de amiguetes – que poseen en el exterior.
Pero, retomando el hilo del comienzo, tras la publicación de su carta, Keynes se enfrentó a la respuesta que distintos catedráticos de la Universidad de Londres publicaron, y uno de ellos sería el luego galardonado Premio Nobel de Economía, Fiedrich A Hayek.
Hayek señaló que lógicamente la inversión es muy deseable en una economía y que la acumulación de dinero (ahorro) debería fluir hacia valores, siendo los mercados de valores los que transformasen esos ahorros en inversión productiva. Pero lo importante, a mi juicio, es que advirtió de los peligros de financiar gasto público generando déficit fiscal. El eminente profesor dio un ejemplo afirmando que “no era el momento de construir piscinas”. Pensemos en los horrores monumentales que ha financiado el PLAN E, los polideportivos construidos en pueblos casi deshabitados, los arreglos – desarreglos – arreglos de aceras, las rotondas con presupuestos de miles de euros, o los carteles con el rostro de Zapatero anunciando el pleno empleo, no mucho tiempo atrás.
En un marco depresivo de la economía, hay que permitir que las fuerzas del mercado se recuperen y canalicen el ahorro hacia la inversión productiva. El Estado debería abolir las restricciones y regulaciones de las taifas, permitiendo el libre flujo de capitales y personas. ¿Cómo es posible que un profesional sanitario de la Universidad de Madrid tenga impedimentos para opositar y ejercer su profesión en el paraíso catalán, por no hablar catalán? ¿Será que un médico recién recibido catalanoparlante tiene mayor profesionalidad que otro con experiencia y capacidad demostrada? ¿Son las enfermeras de Baleares que ejercen su profesión con capacidad y altruismo menos capaces por no tener un nivel determinado de catalán? ¿Puede un país en crisis permitirse ese libre flujo de profesionales según las necesidades del mercado y cuando todos los habitantes de España hablan español?
El argumento gubernamental es tener recursos para financiar el gasto social lo cual es una burda mentira. La ley garantiza las pensiones y las prestaciones de desempleo, pero si este gobierno, mentiroso e ineficaz, ha utilizado recursos en otros fines, como los 12.000 millones de euros en el plan E, la culpa de su ineficacia recaerá sobre los hombros de las clases medias de este país, que son siempre las que soportan los castigos a los que los somete una clase política autista y privilegiada.
España tiene una deuda externa que supera el billón de euros, la inversión extranjera directa ha caído un 1% del producto bruto interno (PIB) y el déficit del comercio exterior ha subido hasta casi el 7% del PIB. Con esos datos, con una caída en las ventas de 100 mil vehículos para el segundo semestre del 2010 y la posible pérdida de más de 10 mil empleos en este sector, ha vuelto a subir el diferencial con la deuda alemana.
Zapatero, en su línea de gasto público, circo para el pueblo (como que RTVE haya pagado los derechos de la Champions League, en lugar de que lo pagasen empresas privadas que querían tener esos derechos con su propio dinero privado, y a su riesgo) y más gasto ineficiente, ha provocado una caída sin precedentes en el IBEX y provocado que en el mercado de la deuda, la rentabilidad del bono español alcance el 4,19% frente al 2,32% del bono alemán. Ello significa, en otros términos, que hoy, martes 17 de agosto de 2010, si España desea captar unos 5.000 millones de euros de inversores extranjeros, deberá pagar el doble de intereses que Alemania, motor de la economía europea, con lo que continuará endeudando la economía española e hipotecando el futuro de varias generaciones.
Revitalizar la economía española requiere recuperar el comercio exterior, mejorar los costes productivos y la eficiencia de nuestras empresas, reorientar el gasto público y estimar la inversión productiva.
Pero, lamentablemente, temo que nada de ello será posible con un régimen como el actual, conducido por ineptos e inútiles que nunca han administrado una empresa privada y a los cuales la educación de niños, jóvenes y universitarios no les preocupa absolutamente nada. Mejor tener un pueblo de analfabetos a los que dominar y engañar, que ciudadanos formados, educados y preparados para afrontar los desafíos del presente, y del futuro, crisis económicas incluídas.
Si sólo reflexionasen un momento sobre estos temas se darían cuenta que aumentar la presión fiscal en un marco recesivo es lo peor que pueden hacer para recuperar España. Ni siquiera nuestros peores enemigos lo hubieran hecho mejor.

Comentarios

  1. Otro comentario brillante. aunque dudo que con tanto tecnicismo ZP lo comprenda.

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